TENGO UNA HISTORIA...
“...No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
S. Mateo 4:4
Sólo tenían una biblia para todos. Así que decidieron arrancar una a una sus páginas y asignar una página a cada familia. Esa familia la tendría por una semana y luego la intercambiaría por la página de otra familia.
En algunas regiones de China está prohibido poseer una biblia. Tener una es un tesoro de tal valor, que arriesgan sus vidas sólo escondiendo sus páginas estudiándolas en secreto una página por familia.
Vi un corto vídeo del momento en que lograron introducir a escondidas una caja llena de biblias y la abrieron en un hogar donde secretamente hacían reuniones de adoración.
Al abrir la caja, nuestros hermanos de China se abalanzaron sobre las biblias y apretándolas contra su pecho lloraban con gemidos de profundo agradecimiento y asombro.
ENTONCES SENTÍ UNA ABRUMADORA VERGÜENZA Y ME DERRUMBÉ EN LLANTO.
En este lado del mundo tenemos biblias para todos los gustos y ocasiones. Con anotaciones, bosquejos, comentarios y concordancias. Con mapas e ilustraciones especializadas para el ministro, el adorador, el intercesor, la mujer, la guerra espiritual y más...más...y más.
No sé cuántas de ellas han sido o serán usadas por la persona que la colocó en su diván de libros o en la gaveta de cualquier mueble. El asunto es...
Que se supone que hayamos escrito nuestra propia historia con el libro de las historias de Dios. Día a día. Porque el libro de Dios me asegura que yo vivo porque Él habla. ¿Cómo puedo entonces vivir sin comer de lo que habla?.
Hace un par de días recorrí muchos de los lugares de mi Biblia donde había colocado fechas y escrito anotaciones. Fueron lugares a donde acudí en momentos de confusión, pérdida, desesperación, pecado, persecución o regocijo.
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