ENTRE LA CUEVA Y EL TRONO
Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; más David SE FORTALECIÓ en Jehová su Dios.”
1 Samuel 30:6
Debió ser el momento más confuso para el hombre que derrotó al gigante, masacró a los enemigos de Israel y convirtió a hombres resentidos, amargados y deshechos en valientes y feroces guerreros.
Su Padre no pensó en él cuando el Profeta le pidió que reuniera a sus hijos. Llevaba comida a sus hermanos cuando uno de ellos lo juzgó mal. El Rey al cual sirvió intentó matarlo un par de veces y lo persiguió por años para asesinarlo.
Su mujer lo censuró por ser un adorador extremo y le fue quitada y entregada a otro hombre. Evitó la aniquilación de toda una ciudad, para luego recibir de Dios la advertencia de que esa misma ciudad lo entregaría a sus enemigos.
Se fingió loco para sobrevivir a los filisteos y las cuevas del desierto fueron su hogar por mucho tiempo. Secuestraron a sus mujeres y a sus hijos junto a los de sus valientes y quemaron la ciudad donde por fin podía vivir fuera de las cuevas.
LO ÚNICO EN LA TIERRA EN QUE PODÍA CONFIAR ERA EN SUS VALIENTES...HASTA ESE DÍA.
El rechazo y la traición lo persiguieron durante toda su vida. Cometió horrendos errores. Pero siempre podía recostarse en la fidelidad de los valientes que se formaron junto a él en las cuevas y el desierto. Hasta el día en que los valientes creyeron que por su culpa lo habían perdido todo. Ahora hablaban de apedrearlo.
TODAS LAS PUERTAS DE LA TIERRA SE LE CERRARON EN UN “DE REPENTE FINAL”.
Y David en absoluta soledad se volteó a Jehová como quien ya había descubierto en la intimidad, que esa Puerta nunca estaría cerrada para él, y la frase no puede ser más majestuosa...
MÁS DAVID SE FORTALECIÓ EN JEHOVÁ SU DIOS
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