En ocasiones me deleito con la melodiosa, intensa y varonil voz de Andrea Bochelli. En una ocasión, mientras vivía la experiencia de uno de sus conciertos, empecé a adorar a Dios mientras realizaba en forma absolutamente conciente, la grandeza y gloria con la que el ser humano fue creado. Esa increíble voz no era producto del azar, de la casualidad o de la suerte. La gloria creativa, original y sabia del Dios Todopoderoso había colocado un destello de esa gloria en las cuerdas vocales de este extraordinario cantante. Su madre no escuchó el consejo médico cuando se le advirtió que Andrea nacería con defectos. El aborto fue ignorado por esta madre, y hoy, la voz de su hijo le ha dado la vuelta al mundo muchas veces. Nadie es el producto de la casualidad o del azar. Somos el resultado intencionado de Dios. Traemos un pedazo de cielo por dentro. Y lo que finalmente le dará gloria a Dios es QUE EL MUNDO PUEDA DAR GLORIA AL QUE NOS CREÓ CON GLORIA...PARA SU GLORIA. Rubén Arroyo...En Gloria...para su Gloria